-¿Quién eres
tú, que me aleja de la oscuridad y me da un mundo lleno de amor?-. Le
preguntaba con la mirada mientras me devolvía la sonrisa más perfecta jamás
formada-. ¿Cómo has podido cambiar mi mundo de esta forma?-. cuestionaba sin
esperar más respuesta que sus suaves caricias, caricias que ya eran algo más,
caricias con las que recorríamos todo nuestro cuerpo, caricias de un fuerte
sentimiento que surgía en nuestros corazones y se expresaba en nuestros
sentidos. El lastre de aquellas antiguas ideas de venganza y muerte eran ahora
sustituidas únicamente por sentimientos de puro amor hacia Ella.
Había perdido la cuenta de las
lunas. Ya no pensaba en los días que faltaban para separarme de Tilenia en la
lucha por el objetivo que antaño deseaba ver cumplir. Pero tenía que completar
la promesa que a Gross le realicé, debía de hacerlo. Ese día, aquel momento en
el que mis dedos sientan la ausencia del tacto de su extenso cabello, aquel
momento en el que mis ojos ya no puedan observar el milagro de vivir, pasaría a
vivir un infierno.
Tilenia, el fuego que alimentaba
mi vida. La musa que guiaba mi alma. Ella era la persona con la que adoraba
pasar todo el tiempo. Mi amiga a la que amaba. Era mi compañera de vida.