Capítulo III. D



En el silencio solo se escuchaba el cantar de las golondrinas, miré a mi alrededor donde todo era verde… y miel. Ella me observaba desde la cercanía, parecía analizarme. Su cabello caía como una cascada hasta llegar a la cintura. Resaltaban, en mis pensamientos, sus finos labios por los que conjuraba en un idioma todavía por conocer.
Traté de ponerme en pié, sentí duros pinchazos por todo mi cuerpo, por lo que regresé a mi posición inicial. Fue entonces cuando tomé consciencia de las vendas por todo mi cuerpo. Estaban limpias, probablemente Ella las había estado vigilando todo el tiempo.
            - ¿Cuál es tu nombre?- Logré preguntar tras coger fuerzas de flaqueza. La única respuesta que encontré fue una sonrisa y palabras en un idioma que desconocía. Volví a sentir que perdía el conocimiento. Sus suaves manos en mi rostro...

      

Sentí agua en mis labios. Ella me estaba humedeciendo la boca con un paño cuando abrí los ojos. Dependía totalmente de ella. Si me movía o lo intentaba hacer, regresaban los fuertes dolores. Estábamos en lo que se asemejaba a un antiguo túmulo, donde la luz entraba por una pequeña cavidad circular del techo e iluminaba todo el interior, a través de la puerta se podía distinguir un pequeño riachuelo con su suave y fluyente sonido.

Pasaban las lunas y mi cuerpo se iba recuperando progresivamente, a pesar de no ser esa mi intención. Me encantaba estar a su lado, sentir sus caricias y escuchar sus escasas palabras en aquel idioma que me parecía tan bello. Aunque no entendíamos el significado de nuestras palabras, no fueron escasas las veces que reíamos sin cesar en aquel montón de tierra y piedras. Mi hogar.
Repetidas fueron las ocasiones en las que le mostré curiosidad por conocer cuál era su hogar, sólo para ver como indicaba delicadamente al horizonte y le brillaban los ojos. Su nombre era una ardua tarea de pronunciar. Si intentaba imitar su pronunciación, sonaba algo parecido a “Entelequia” de una forma bastante brusca, por lo que la llamé Tilenia. Ella se transformó en mi droga, estaba completamente enamorado de todo lo que hacía.

El cielo estaba incompleto, le faltaba una estrella. Tilenia…

      

Era una mañana tranquila, el sol relucía en lo alto y el río reflejaba sus rayos hacia todas las direcciones. Una suave brisa de aire jugaba con su cabello mientras dormía apoyada en mis piernas. El sonido de unos pasos y carcajadas lejanas rompieron la escena. En poco tiempo, Tilenia se alzó en posición defensiva, espada en mano. Cuando me quise dar cuenta, yo me hallaba en la misma posición, sin dolor alguno en mi cuerpo. ¿Cuánto tiempo habría pasado sin que ya nada me doliese? Quizás no había sido mi intención notarlo. 
Los árboles del bosque susurraban la conversación, que cada vez se encontraba más próxima al río, debían de ser tres hombres. La comunicación entre ella y yo había avanzado de una forma asombrosa, una mirada bastaba para diferenciar una acción de otra. Un gran árbol ocultaba mi existencia de los que se aproximaban hasta mi posición, si todo iba bien, Tilenia debía de estar en el árbol opuesto. Las voces ajenas ya se encontraban a apenas un metro de mi ubicación. Mi lanza, ya tensa, esperaba una señal para comenzar el rito.
De repente, el sonido de un ave se alzó desde el lado opuesto. Era la señal, nunca antes había escuchado ese tipo de ave en la zona. - Mi cuerpo estaba preparado, mis piernas en posición y mi concentración se hallaba en el cantar de aquella bella ave. Cuando su cantar cesó, mi cintura rápida como un relámpago se volvió hacia donde se encontraban aquellos desafortunados. El cantar del ave los había distraído hacia la dirección opuesta el tiempo suficiente para poder incapacitar a dos de ellos con heridas no mortales. La espada del tercer guerrero me amenazaba ahora temblorosa. Por su vestimenta parecía ser el de mayor rango. Yo, fijo en el terreno, le miraba con fuego en los ojos. Lejanos quedaban los días en los que esa mirada era habitual en mí.
            - ¿Eres tú el cerdo del mercado?- le temblaba la voz-. ¡Depón…!
Antes siquiera de que el soldado persa, súbdito del rey Darío, hubiese acabado su intento de valentía, Tilenia ya le había asestado, en un rápido ataque, un certero golpe en la nuca que lo dejó inconsciente en el acto.
Los dos persas restantes, malheridos, miraban atemorizados su desesperanzador destino.
            - ¡¿Por qué estáis aquí?- les bramé con agresividad, obteniendo como única respuesta los movimientos temblorosos de ambos.
Sangre en mi rostro. Tilenia acababa de degollar a su superior otorgándoles una adivinanza sobre sus destinos.
            -No lo volveré a repetir - dije esa vez con voz más calmada.
            - Te buscábamos a... ti - tartamudeó uno de ellos-. Tus agravios contra Darío no pueden pasar en balde.
            - ¿Cómo sabíais que estaba aquí?
            -Tu desatino en el mercado no pasó desapercibido. Te buscamos a ti y a tu hermano de armas en todas las direcciones posibles - ladró el otro perro.
Dudando de que aquellos soldados tuviesen corazón, lo fui a comprobar con mi lanza. Ahora la sangre nutría los árboles del bosque. Sentía la fija mirada de Tilenia en mí...
Volvieron a mi mente viejos recuerdos de días pasados. El rey Darío me estaba buscando y con ello Tilenia corría peligro. La imagen de Gross apareció en mi cabeza ¿Qué había sido de él? Estaba seguro de que había escapado con vida en el mercado, pero eso no me bastaba, debía de reencontrarme con él.
Las cálidas manos de Tilenia acariciaban mi mejilla y la miel cubría ahora mi visión, mis labios rozaron los suyos en una gloriosa sensación que transcurrió por todo mi cuerpo, pero que se vio refrenada por el paradero incierto de mi viejo amigo. En una lucha radical contra los estímulos de mi cuerpo, me separe lo suficiente de ella para que me volviese a mirar a los ojos.
            - Tilenia - le susurré mientras le sostenía su delicado mentón -. Debo irme para encontrar a mi amigo - aunque sentía que me expresaba mejor con la mirada que ella comprendía.
 No me demoré mucho en abandonar aquel que era mi hogar, dejando claro a Tilenia que debía de partir en solitario, al lugar donde probablemente encontraría a mi amigo.
Un miedo surgía constantemente en mis pensamientos - TILENIA, ESPERA MI REGRESO-. Deseaba en lo más profundo de mi ser.

      

Gross me asestó un derechazo a la cara. Me hallaba ahora en el suelo y temía por la integridad de mi dentadura, lo tenía merecido y por suerte, no continuó con la paliza.
Aquel día, la conversación entre Gross y yo fue la más duradera que había tenido con él. Se deslizó sobre diversos temas como la moral del hombre y más cuestiones que yo consideraba como estúpidos ideales provocados por una socialización inevitable.
            - En cinco lunas nos encontraremos y pondremos fin a nuestro plan, tienes mi palabra Gross-. prometí finalizando la larga y fatídica reunión.

En el camino de vuelta no podía separarla de mis pensamientos. En todas y cada una de las imágenes que mi mente procesaba se encontraba ella, hasta que llegué a mi hogar. Comencé a mirar en todas las direcciones existentes pero no conseguía verla, por esto, comencé a pensar - Se ha…-. Algo se abalanzó sobre mi espalda y, en un fugaz movimiento, logró desequilibrarme lo  suficiente como para que yo cayera cara al suelo. No sentía presión ninguna y al volverme, estaba Ella. Tilenia se encontraba posada en mi cintura mientras reía y acariciaba mi ahora sorprendido rostro. Todo se quedó en calma y ella me miraba, con unos ojos que brillaban cada vez más, cada vez más cercanos. Su mirada se turnaba ahora entre mis ojos y mis labios. Los árboles susurraban sobre el amor del que aquella noche fueron testigos.